Días del cielo (1978)
08/08/2011
Director
Terrence Malick
Año: 1978
Guión:
Terrence Malick
Música:
Ennio Morricone
Fotografía:
Néstor Almendros
Título original: Days of Heaven
Intérpretes:
Referencias externas cineastas:
Néstor Almendros
Ennio Morricone
Director
Terrence Malick
Terrence Malick
Año: 1978 Guión: Terrence Malick Música: Ennio Morricone Fotografía: Néstor Almendros Título original: Days of Heaven
Intérpretes:
Referencias externas cineastas:
Néstor Almendros
Ennio Morricone
Que el cine es un arte puramente sensorial y emocional lo demuestra Días del cielo. Cierto que el cine de Malick no es apto para todos los paladares y que, si nos ponemos estrictos, se podría decir que este film tiene el guión más insulso, tedioso y aburrido que podría concebirse. Y..., sin embargo, es una película absolutamente fascinante, asombrosa y hasta me atrevería a decir que entretenida.
¿Cómo es posible eso? Pues porque Malick, en su brevísima filmografía, ha demostrado que sabe de cine y que sabe cómo hacer cine. Casi nada. Y este Días del cielo es un ejemplo pluscuamperfecto que resume su buen hacer. ¿Cómo lo ha conseguido? Pues combinando de forma maestra y perfecta todos los ingredientes que debe contener una buena película: la excepcional dirección de fotografía del maestro Néstor Almendros (justamente recompensada con el Oscar), la envolvente banda sonora de Morricone, la belleza poética de las interpretaciones (¡¡si hasta Richard Gere está bien y convincente!!) y, sobre todo, la sensible realización de Malick aportando lirismo, poesía, belleza y dosificando sabiamente cada uno de los momentos álgidos y emocionantes del film. De esta manera se consigue que la sensibilidad de la película, ayudada también por la excelente química entre todos los actores, transcienda la simpleza de ese guión aburrido y simplón.
Mientras la veía, y me deleitaba con ella, me horrorizaba pensar qué clase de película hubiera sido si un director europeo de los años 70 se hubiese hecho cargo de ella, pues, a pesar de tener una temática muy americana (sobre todo en todo lo concerniente al trabajo en los trigales), el argumento se prestaba a muchas interpretaciones pseudointelectuales tan del gusto del cine europeo setentero. Para empezar, en manos europeas, la película hubiese durado mucho más que sus modélicos y ajustados 94 minutos, y hubiese acabado siendo un bodrio aburrido, insufrible, tendencioso y prepotente. Sin embargo, el mismo argumento, con el buen saber de Malick, es una delicia para los sentidos, las emociones y todo aquello que se capta a través de una buena película que roza continuamente el aburrimiento y el sopor, pero que nunca cae en él, pues sabe hipnotizarnos y maravillarnos. ¿Y acaso no le pedimos precisamente al cine, desde el principio de su existencia, que nos fascine, hipnotice y maraville?